domingo, 24 de abril de 2011

La Crónica: Coachella 2011 - Día 2

Por: JL


La tienda de campaña se transformó en un horno del cual tuvimos que huir a muy temprana hora del día. El siguiente paso, darnos una ducha helada para aliviar (momentáneamente) los estragos del calor tan extremo que estábamos experimentando. El tiempo de espera para los hombres era aproximadamente de media hora (muy razonable) mientras que para las mujeres de una hora y media (sí, así como lo están leyendo). Posterior a esto, decidimos ir a las afueras de las instalaciones para comprar provisiones (agua, cerveza y comida); para esto, optamos por preguntarle a gente del personal por los camiones dispuestos a transportar a los campistas a los alrededores del Empire Polo Club. Resultó bastante decepcionante que tras más de 60 minutos de caminar y preguntar, ninguna persona nos supo dar una respuesta, por lo que nuestro plan se vio totalmente frustrado.

Para quitarnos el mal sabor de boca, nos dirigimos de una buena vez hacia el festival para disfrutar de un par de cervezas mientras a lo lejos sonaba The Joy Formidable desde el Gobi Stage. De pronto, un enérgico eco de folk brotó de los monitores situados en el Coachella Stage; este sonido cautivante nos obligó a presenciarlo más de cerca. Se trataba de la banda Trampled By Turtles de la cual ignoraba su existencia por completo, pero cuya presentación envolvió al razonable número de espectadores incitándolos al baile campirano.

Después de la anterior grata sorpresa musical, brincamos hacia el set de Cults programado en el Gobi Stage. Ya había tenido oportunidad de escuchar varios temas de este dúo de pop retro, y me agradó que en vivo se hace acompañar de más músicos en lugar de utilizar secuencias y sampleos, como sucede regularmente con este tipo de proyectos. La melodiosa voz de Madeline Follin en conjunto con el concepto vintage cursilón me encantaron obligándome a mantener la atención a toda ejecución.

Después de refrescarnos (creo que jamás había bebido tanta agua en toda mi vida) regresamos al mismo escenario para la presentación de Foals. A estos ingleses los vi cuando estuvieron en el festival Corona Capital en la Cd. de México y, su corta (pero explosiva) presentación, me dejó con ganas de más. Puede afirmarles que cubrieron mis expectativas al dar todo de sí en el escenario y debido a lo mismo inyectando un alto grado de emoción en el público que no paró de brincar, bailar, aplaudir y gritar durante 50 minutos. "Olympic Airways" y "Spanish Sahara" se llevaron las palmas.

El R & B de Erykah Badu nos esperaba en el escenario principal. Francamente, no soy un fan del género, sin embargo, esta mujer tiene una presencia escénica impresionante, además de contar con una voz y carisma envidiables. Lamentablemente, los organizadores se vieron en la necesidad de cortarle el sonido al pasarse de su tiempo establecido; Badu se retiró entre aplausos y sonrisas sinceras por parte del público.

Optamos por permanecer en el mismo lugar (y así sería por el resto del día) para la presentación del colectivo canadiense Broken Social Scene al cual ya había visto en el Lunario del Auditorio Nacional y había logrado dejar una excelente imagen en mi. Esperaba demasiado de este set, sin embargo, las múltiples fallas técnicas terminaron por restarle muchísimos puntos a grado tal que no pude disfrutar de esta banda como lo hice el año pasado. Como dato adicional, la cara de frustración de Kevin Drew (vocalista) fue evidente todo el tiempo.

Después tocó el turno de otro colectivo, pero ahora originario de Omaha, Nebraska, y comandado por Conor Oberst: Bright Eyes. Lo que llamó mi atención en relación a esta agrupación fue el hecho de que en vivo tiene un punch impresionante; jamás imaginé que sus integrantes estallaran de tal manera durante sus shows y que su música pudiera llegar a niveles tan contundentes. La personalidad de Oberst también tuvo su mérito, ya que convirtió el escenario en su confesionario personal. Muy bien por esta banda.

Veinte minutos más tarde, tocaría el turno a uno de los actos más emotivos de todo el festival: el de los ingleses de indie folk Mumford & Sons. Su álbum debut Sigh No More fue lanzado al mercado hace dos años y, durante el 2010, su fama adquirió niveles insospechados alrededor del mundo, algo fuera de lo común para una agrupación de este rubro. Las voces de los asistentes corearon al unísono temas como “Awake My Soul”, “Little Lion Man”, “The Cave” y “Sigh No More” con un feeling claramente proveniente del corazón, generando una atmósfera capaz de ponerle la piel chinita a cualquiera. La banda también nos deleitó con dos temas nuevos para los que se hizo acompañar de tres trompetistas que aumentaron el grado de profundidad en la recepción de los mismos. Una hermosa ejecución por parte de una hermosa agrupación.

La esperada aparición de Arcade Fire se avecinaba y, para evitar la misma situación del día anterior provocada por el frío, realizamos una parada estratégica en el campamento llevándonos ropa más abrigadora. De vuelta al festival, el trío de electro rock psicodélico Animal Collective se hallaba en un pleno debraye audiovisual que presenciamos a lo lejos desde el Beer Garden mientras nos hidratábamos y alimentábamos a manera de preparación para la que sería (desde mi punto de vista) la mejor participación de los tres días de música.

El conjunto de luces montado en el Coachella Stage se apagó súbitamente. Una especie de cartelera cinematográfica al centro del escenario se iluminó, dejando leer claramente dos palabras: Arcade Fire. Los extasiados gritos y aplausos no se hicieron esperar mientras una pantalla proyectaba extractos de películas clásicas y contemporáneas. Uno por uno, los siete integrantes de la banda canadiense tomaron sus respetivos instrumentos y… uno de los mejores shows que he presenciado en toda mi vida inició. “Month Of May”, “Rebellion” y “No Cars Go”, tres de los temas más contagiosos y movidos de la banda, comenzaron el set list, dando por hecho que la noche sería de lo más enérgica y encendida. Posteriormente, temas de sus tres producciones discográficas fueron intercaladas de una forma sublime, ya que, al no encasillarse en una sola de ellas, pudieron satisfacer tanto a sus nuevos así como a sus viejos seguidores. La clásica desolación y el dramatismo que caracterizan a esta agrupación se vieron reflejados con “The Suburbs” y “Crown Of Love”.

“Gente, queremos que les quede claro, no nos sentimos mejores que nadie por ser el acto cerrador de esta noche, no somos más que nadie, simplemente seguimos haciendo música, por que eso es lo que amamos hacer… gracias Coachella, es un honor estar aquí” comentó Will Butler (vocalista, tecladista y guitarrista) en una de sus interacciones con el público.

El final (o por lo menos eso nos hicieron creer los canadienses) se avecinaba al escuchar los primeros acordes de la monumental “Wake Up”. De la nada, una especie de lona gigante colocada en la cima del escenario llamó nuestra atención. La lona comenzó a abrirse y de ella a caer cientos de globos (al parecer). Los “globos” rebotaron con entusiasmo de un lugar a otro y de la nada comenzaron a iluminarse de forma sincronizada. En realidad no eran globos, eran esferas enormes controladas vía remota para cambiar de color. El concierto se había transformado en una fiesta masiva donde no había una sola persona sin una sonrisa en el rostro.

Arcade Fire se despidió pero no tardó más de 2 minutos en volver al escenario (fue la única banda en todo el festival que hizo y se le permitió esto) para satisfacernos con tres canciones más. Como era de suponerse, la bella “Sprawl” cantada por Régine Chassagne cerró esta memorable noche.

Al término del show, me quedó más que confirmado algo que he venido comentando durante los últimos años “Hoy en día, Arcade Fire es la mejor banda del mundo…”

Era hora de descansar, el siguiente día sería largo y aún faltaba la participación de los neoyorkinos de The Strokes


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